Parte Cuarta
La Iglesia de hoy
Desde su
fundación en el día de Pentecostés, la Iglesia de Gracia ha estado investida
con el poder del espíritu santo. Sin embargo, la Iglesia del primer siglo era
una iglesia que avanzaba, algo que no hemos visto en nuestros días. La Biblia
dice que Dios no cambia. Si Dios no ha cambiado, ¿por qué entonces esa
diferencia entre la Iglesia del principio y la Iglesia del presente? “La
Iglesia del primer siglo en el siglo xx” estudia a la Iglesia del principio
para que podamos aplicar sus puntos fuertes a la Iglesia del siglo xx y
prosperar igual que ella.
Una debilidad
obvia en la iglesia actual es la falta de unidad. "¿Por qué hay
división?" examina este aspecto de la iglesia moderna para ver dónde
estamos limitando el poder de Dios por no tener un mismo sentir.
La Iglesia de
Gracia, a lo largo del tiempo, está formada de los miembros del Cuerpo de
Cristo. Ningún edificio o etiqueta de denominación califica como una iglesia a
los ojos de Dios.
Sólo a medida
que los que han sido llamados se unan según la exactitud de la Palabra de Dios
y maduren plenamente siguiendo la exacta Palabra podremos tener la esperanza de
ayudarnos y ayudar a otros, y así vivir la vida abundante.
Capítulo Doce
La Iglesia del primer siglo en el siglo xx
La Iglesia del primer siglo tenía enorme poder porque los cristianos creían que al ser salvos recibían el poder proveniente del Espíritu Santo, y que por lo tanto podían operar las nueve manifestaciones del espíritu. Además de tener tal poder interno, los creyentes del principio estudiaban la Palabra de Dios y actuaban según ella, aceptándola como la voluntad de Dios.
La Iglesia del primer siglo fue una iglesia dinámica, según lo que relata el Libro de Hechos. Nosotros nunca hemos visto a la Iglesia moverse con tal ungimiento. Algunos dicen que Dios ha derramado un ungimiento especial en estos últimos tiempos, pero eso simplemente no es verdad. La Palabra dice que El envió Su don en el día de Pentecostés. Su don está aquí. Obviamente, la Iglesia del primer siglo era más dinámica y rebosante de vida, no porque Dios era más poderoso, sino porque los creyentes que formaban la Iglesia operaban más efectivamente.
Según lo que se relata en el Libro de Hechos y en las Epístolas Eclesiásticas, la Iglesia del principio, el Cuerpo de Cristo, desarrolló un patrón para el crecimiento en sus diferentes localidades.
1. Cada persona era responsable de testificar con denuedo acerca de la Palabra de Dios. Cuando una persona aceptaba a Jesús como su señor, los cristianos "mayores" continuaban nutriendo y pastoreando al nuevo cristiano hasta que estuviera lo suficientemente establecido como para pararse firme y andar por sí solo según la Palabra dada.
2. Se llevaban a cabo pequeñas reuniones supervisadas, llamadas "iglesias", en casas particulares, cada una con un anciano jefe o pastor que supervisaba las unidades hogareñas.
3. Apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros visitaban fielmente a cada grupo, a cada iglesia, y mantenían la comunicación escrita con ellos.
4. Los cristianos no habían de ser apartados de su camino por los bienes materiales: por lo tanto ellos vendían sus posesiones innecesarias para fomentar la obra del ministerio.
La Iglesia del principio nació en medio de una sociedad que era tan indoctrinada y endurecida como cualquier otra sociedad en cualquier otro tiempo. Los romanos tenían el control gubernamental y el paganismo reinaba desenfrenado. Sin embargo la Iglesia cristiana del primer siglo trastornó al mundo --que significa que lo pusieron al derecho. Ellos tenían la habilidad espiritual potencial que se hizo cinética en una forma maravillosa y dinámica. Dentro de una generación los creyentes del principio cambiaron el curso espiritual de los eventos de esa parte del mundo. No sabemos cuántos cristianos durante el primer siglo realmente anduvieron según la Palabra de Dios y testificaron al mundo entonces conocido, pero sabemos que de acuerdo con Hechos 19:10 en dos años y tres meses “...todos... en Asia [lo que hoy se conoce como Asia Menor] judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor”.
Esta hazaña ciertamente no hubiera podido lograrse, y no fue lograda, por un hombre. Pero bajo el ministerio y la enseñanza de Pablo, los originales, "unos doce hombres...",* (familias) fueron inspirados y aprendieron a andar según la Palabra de Dios y a compartirla con otros. Por ejemplo, cuando el área conocida como Asia oyó esta maravillosa Palabra de Dios a medida que se esparcía desde Éfeso, cada creyente trató de ganar a otro, y nutrirlo hasta que ese cristiano recién nacido fuera lo suficientemente fuerte como para estar firme y andar según la Palabra de Dios, operando las manifestaciones del espíritu. Todo esto se logró sin ayudas modernas como radio, televisión o materiales impresos.
Juan 1:40 se halla una de las primeras narraciones acerca de un creyente ganando a un amigo. Es el relato donde Andrés halló primero a su hermano Pedro y le trajo al señor.
Al igual que hoy, no todos en el primer siglo creyeron y fueron salvos cuando un cristiano les testificó. Cuando usted predique la Palabra de Dios y la comparta con una persona o un grupo, descubrirá que la respuesta será como en Hechos 28:24: “Y algunos asentían a lo que se decía, pero otros no creían”.
Por supuesto que dentro del grupo de los incrédulos estaban aquellos que, de acuerdo con Hechos 17:32, cuando oyeron la Palabra de Dios en relación con la resurrección de los muertos “se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos acerca de esto otra vez”.
Los líderes de la Iglesia del principio incluyendo a Pedro y los otros apóstoles, eran muy osados en la presentación de la Palabra de Dios; y a causa de su denuedo, gran número tanto de hombres como de mujeres fueron añadidos a la Iglesia según nos dice Hechos 5:14: “Y los que creían en el Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres”. Sin embargo, como dice a continuación el relato en Hechos 5, el sumo sacerdote y los saduceos echaron mano a los apóstoles y los metieron en la cárcel. Sin embargo, tan pronto como los cristianos fueron sacados de allí, Dios les dijo: “Id, y puestos en pie en el templo, anunciad al pueblo todas las palabras de esta vida”, así que volvieron al templo a enseñar.
Pronto vino también el sumo sacerdote al templo e hizo reunir al Sanedrín para traer ante ellos a los prisioneros; pero los apóstoles no estaban en la cárcel. Cuando el sumo sacerdote y el jefe de la guardia del templo y los principales sacerdotes (de acuerdo con Hechos 5:24) supieron lo que Dios estaba haciendo y cómo Él había sacado a estos hombres de la cárcel, se turbaron. Ellos no querían que creciera este nuevo movimiento. Se necesitó gran coraje de parte de los apóstoles para volver al templo y enseñar a la gente, sabiendo de antemano que se presentarían problemas cuando ellos hablaran la verdadera Palabra de Dios. Pero, de acuerdo con Hechos 5:29: “Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres”.
Después de ser interrogados implacablemente, los apóstoles fueron azotados e intimidados a que no hablasen en el nombre de Jesús. Sin embargo los apóstoles perseveraron, pues en Hechos 5:42 dice: “Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo”.
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*Hechos 19:7: “Eran por todos unos doce hombres”.
Aquellos de la sinagoga no los aguantaban, igual como en muchos lugares hoy, los verdaderos creyentes en la Palabra de Dios no son tolerados en las iglesias organizadas y establecidas. Esto hizo necesario el segundo punto de este estudio, a saber: pequeñas reuniones supervisadas, llamadas iglesias, en los hogares. Le daré a conocer a usted las escrituras que yo he observado, para que usted pueda leer exactamente lo que está escrito en la Palabra de Dios en referencia a tales reuniones.
En Hechos 5 leímos que los apóstoles iban de casa en casa hablándole a la gente acerca de la Palabra de Dios. Este es el primer relato que demuestra cómo los apóstoles declararon la Palabra en los principios mismos de la Era de la Iglesia, la era a la que usted y yo pertenecemos.
Más adelante, en Hechos 8:3, leemos que antes de ser salvo, Pablo (cuyo nombre en hebreo es Saulo) entraba “casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel”. Era necesario entrar a las casas para hallar a los cristianos ya que ellas, eran sus lugares de reunión.
En Hechos 10 está el primer relato acerca de la casa de un gentil que pasa por la experiencia del nuevo nacimiento y del recibimiento en manifestación del poder proveniente del Espíritu Santo.
Hechos 10:2 piadoso y temeroso de Dios [Cornelio] con toda su casa...
Esta reunión, también en una casa, era una característica de la Iglesia del primer siglo.
Hechos 16 cuenta de cuando Pablo y Silas ministraron en una casa inmediatamente después de que Dios los había sacado de la cárcel. El carcelero preguntó en Hechos 16:30: ..."Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?"
Hechos 16:31,32:
Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.
Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa.
Este es un significativo versículo de escritura pues establece el precedente de testificarle a casas enteras a la vez. No hemos de tratar de ganar para el señor sólo una persona en una casa, sino que debemos tratar de ganar a toda la casa: el padre, la madre y todos los niños.
Aunque la cultura del Oriente difiere de la cultura nuestra, por lo menos podemos aplicar los principios de la Palabra de Dios. Yo estoy seguro que si podemos persuadir al padre y a la madre, entonces los niños más jóvenes pueden ser ganados, especialmente si al padre y a la madre se les enseña la exactitud de la Palabra de Dios en cuanto a su responsabilidad para con Dios y para con sus familias.
Hechos 18:8:
Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados.
El jefe del hogar fue convertido; le fue enseñada la exactitud de la Palabra de Dios, y a su vez toda la casa vino a formar parte de la casa de la fe, recibiendo la fe del Señor Jesucristo.
En Hechos 21 hay otro ejemplo de una casa como lugar de reunión.
Hechos 21:8:
Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos, fuimos a Cesárea; y entrando en casa de Felipe el evangelista...
La casa de Felipe se había convertido en un lugar de reunión para los creyentes. También el lugar donde Pablo vivía en Roma se convirtió en un lugar de reunión para la difusión y la enseñanza de la Palabra de Dios en los tempranos días de la Iglesia cristiana.
Hechos 28: 23, 30,31:
Y habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas.
Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos lo que a él venían,
predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento.
Esa es la crónica de la Iglesia del primer siglo en el Libro de Hechos, que es la presentación histórica de la fundación y el crecimiento de la Iglesia cristiana.
Vaya a Romanos 16:3 y 5: Pablo le escribió a los romanos diciéndoles: "Saludad a Priscila y a Aquila... Saludad también a la iglesia [el grupo cristiano local] de su casa...”
1 Corintios 1:11 nos muestra otro ejemplo de reuniones en casa.
1 Corintios 1:11 nos muestra otro ejemplo de reuniones en casa.
1 Corintios 1:11:
Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas.
1 Corintios y Colosenses nos dan otros ejemplos de reuniones en una casa.
1 Corintios 16:19:
Las iglesias de Asia os saludan. Aquila y Priscila, con la iglesia que está en su casa, os saludan mucho en el Señor.
Colosenses 4:15:
Saludad a los hermanos que están en Laodicea, y a Ninfas y a la iglesia que está en su casa.
Hay un versículo en 1 Timoteo que debe leerse muy cuidadosamente.
1 Timoteo 3:15:
para que si tardo, sepas como debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad.
Los hogares en los cuales se reunían las iglesias se conocían como casas de Dios. Estos hogares eran las columnas de la Iglesia porque estas comuniones estaban edificadas sobre la fundación de la verdad.
Filemón, versículo 2:
y a la amada hermana Apia, y a Arquipo nuestro compañero de milicia, y a la iglesia que está en tu casa.
En vista de que estos versículos que he compartido con usted son lo que dice la Palabra de Dios en cuanto a las reuniones con apropiada supervisión de las iglesias del primer siglo, entonces este tiene que ser el método de Dios para ganar a hombres y mujeres para la Iglesia y sustentarlos. Si usted dice que los tiempos han cambiado, entonces a mi me gustaría decir que la Palabra de Dios no ha cambiado. Cuando las iglesias se reunían en los hogares, lo pequeño del grupo permitía la participación de cada uno, a la vez que se les podía prestar atención y ayuda en forma personal.
Tiene que haber liderazgo en ese grupo o iglesia que se reúne en un hogar. La obra del Señor no puede hacerse al azar. Yo creo que nos podríamos reunir en hogares, en grupos de seis a posiblemente 20 personas más o menos, dependiendo de la capacidad del cuarto. Entonces podríamos ayudar a los creyentes en cada área en particular. Nadie necesitaría viajar muy lejos, más la gente oiría la maravillosa Palabra de Dios. Nuestros niños podrían reunirse ya fuera en un cuarto separado con un adulto enseñándoles la Palabra de Dios o junto con los adultos. Oír la Palabra de Dios apropiadamente explicada y la operación de las manifestaciones sería la cosa más grandiosa que se pudiera hacer por ellos. Recuerde, son las iglesias, la comunión de creyentes, lo que nos interesa; nada que el hombre haya edificado servirá.
En cuanto a los ancianos o los pastores para cada grupo, veamos el ejemplo de Pablo según se relata en Hechos 20. Pablo reúne a los ancianos de la iglesia de Éfeso para amonestarles.
Hechos 20:28,29:
Por tanto, mirad por vosotros [que es el primer requisito de cualquier líder], y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre.
Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño.
El "obispo" se refiere a un anciano (no necesariamente en edad, sino anciano en experiencia con la Palabra) que era el gobernante, el coordinador, el supervisor en la casa, la iglesia. Los ancianos eran los pastores de las unidades locales, a veces llamados obispos. Este supervisor tiene que estar muy, pero muy atento a lo que sucede en la casa donde se reúne la iglesia, la comunión de creyentes.
Hechos 20:30:
Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos.
En otras palabras, Satanás engañaría a algunos de los supervisores mismos. Habría divisiones en las iglesias que se celebran en los hogares porque la gente estaba llena de orgullo y quería llevar los discípulos tras de sí mismos y no tras la Palabra de Dios. Por lo tanto, era esencial un liderazgo fuerte y preciso.
Y este liderazgo no se determinó al azar. El supervisor era elegido por un hombre de Dios quien era guiado por el Espíritu Santo.
Tito 1:5:
Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé.
En 1 Pedro se les dice a los ancianos cómo han de comportarse.
1 Pedro 5:2:
Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto,
no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey.
Ahora bien, en cuanto a las visitas hechas por los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros, el Libro de Hechos constantemente cuenta de las veces en que Pablo empezó comuniones de creyentes en varios lugares y luego volvió a visitarlas. Vemos también a otros hombres --Timoteo, Tito, Silvano, y otros-- visitando iglesias, comuniones de creyentes. Al estudiar los viajes misioneros podemos ver que Derbe, Cesarea, Antioquía de Pisidia, Tarso, Iconio, Pessino, Éfeso, Troas, Neápolis, Filipo, Anfípolis, Apolonia, Tesalónica, Berea, Atenas, y Corinto estaban entre los lugares que se visitaron de nuevo.
En Hechos 20 tenemos el relato de cuando Pablo volvió a visitar a los efesios y envió a llamar a los ancianos de la iglesia para reunirse en Mileto. La razón por la cual había ancianos (plural) en la iglesia es que había muchas casas en las cuales se reunía la gente y cada casa era supervisada por un anciano. En el siguiente versículo, Pablo se está dirigiendo a los ancianos en Éfeso.
Hechos 20:20:
y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente [eso es, en reuniones de grupos en casas amplias] y por las casas.
El Apóstol Pablo no solamente fue por las casas enseñando la maravillosa Palabra de Dios, sino que también escribió cartas a las iglesias dispersas, a las reuniones de comunión locales, que formaban la Iglesia, el Cuerpo. Entonces se leían estas cartas en los diferentes hogares donde se reunían los cristianos. Así es cómo la Iglesia del principio recibió instrucción y creció. Podemos darnos cuenta que 1 y 2 Timoteo especifican el procedimiento completo y la conducta para los líderes en relación a la Iglesia. Hemos de leer cuidadosamente estas epístolas porque en ellas encontramos la verdad que necesitamos saber para manifestar con exactitud la grandeza de la Palabra de Dios.
El cuarto punto que explica el dinamismo de la Iglesia del principio fue que los cristianos dieron todos los bienes materiales que no necesitaban, para fomentar el ministerio cristiano. Pero antes de examinar este punto específico, miremos los antecedentes en Hechos 4 para ver los otros elementos de crecimiento que se desarrollaron antes de que los cristianos renunciaran al exceso de posesiones materiales.
De acuerdo con Hechos 4, Pedro y Juan acababan de ministrarle sanidad a un hombre de más de cuarenta años de edad, obra por la cual fueron encarcelados e intimados que ni siquiera hablaran o enseñaran en el nombre de Jesús.*
Sin embargo, apenas librados de la cárcel, Pedro y Juan empezaron a predicar nuevamente.
Hechos 4:29:
Y ahora, Señor, mira sus amenazas [de los líderes de la sinagoga], y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra.
¿No es esa una maravillosa oración? Este es el primer relato de una oración por la Iglesia del primer siglo. Los apóstoles habían sido encarcelados, humillados, heridos y amenazados por su enseñanza y por la forma en la cual ministraban sanidad. Sin embargo, cuando Pedro y Juan retornaron junto al grupo de creyentes--en vez de pedir unas vacaciones, en vez de pedir un lugar donde fuera más fácil servir--ellos oraron: “Señor, mira sus amenazas y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra”. Fue el hablar la Palabra lo que desde el principio los puso en aprietos, pero solamente su perseverancia les haría progresar en su misión.
La Iglesia del principio siempre predicó la Palabra de Dios y nada más que la Palabra de Dios--no las opiniones personales. Ellos hablaron solo la Palabra con denuedo; y a menudo, cuando ellos hablaron la Palabra, se metieron en líos; la pregunta ahora es: ¿estamos enseñando la Palabra?
Puede que, cuando realmente presentemos la Palabra de Dios y andemos en la luz de la Palabra de Dios, recibamos persecución por aquí y por allá. Pero esto no debería disuadirnos. Debemos simplemente decir: “Bueno, si Satanás está tratando tan fuertemente de obstruir nuestros esfuerzos, debe ser que estamos haciendo algo que vale la pena. Si nuestras metas no tuvieran ningún valor, seguro que Satanás no se tomaría la molestia de inmiscuirse. El pelea porque le estamos haciendo batalla”.
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*Hechos 4:18 y llamándolos, les intimaron que en ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús.
Fíjese que los discípulos oraron: "... concede a tus siervos... "Estos hombres eran hijos de Dios en su relación celestial; pero en sus responsabilidades terrenales, ellos estaban para servir a Dios, y por lo tanto se les llamaba siervos.
Hechos 4:31,32:
Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la Palabra de Dios.
Y la multitud [El texto es "cada uno de ellos"] de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común.
¡Imagínese esto en la Iglesia del principio! Todas las personas renacidas del Espíritu de Dios y llenas con el poder del Espíritu Santo eran de un corazón y un alma. Ellos tenían la Palabra y estaban de acuerdo en la Palabra. Esto es lo que le dio poder a la Iglesia del principio.
Al estudiar "tenían todas las cosas en común" vemos que de acuerdo con los textos críticos griegos la palabra que se usa para "común" en el versículo 32 significa: "a fin de que en sus creencias y en sus acciones estaban comúnmente unidos". Ninguna de las cosas--las pluralidades--que una persona poseía era realmente suya propia. La pluralidad de lo que poseía era común en lo que a necesidad se refería.
Cuando la Iglesia del principio comenzó a moverse, toda la pluralidad de cada miembro era común entre ellos. Si un miembro tenía una necesidad, la pluralidad era usada para proveer lo que se necesitaba.
Hechos 4:33-35:
Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia [favor divino] era sobre todos ellos.
Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades [plural] o casas [plural], las vendían, y traían el precio de lo vendido,
y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad.
Fíjese que la última palabra en Hechos 4:35 no es "codicia", sino "necesidad". Había personas en la Iglesia que tenían más de lo que necesitaban en materia de comida, vestuario y vivienda. Por lo tanto, ellos vendieron sus pluralidades--aquello que no necesitaban--para ayudar a algún otro en la Iglesia que tenía una necesidad. Supongamos que en la Iglesia hubiera un matrimonio joven que estaban dedicados al Señor, que amaban la Palabra de Dios y que querían empezar a cultivar un terreno; ellos tenían una necesidad. La Iglesia había de ayudar a la pareja a comenzar.
Fíjese cuidadosamente en las palabras "todos los que poseían" en el versículo 34. ¿Qué hicieron estas personas que poseían heredades (plural) y casas (plural) cuando renacieron? Vendieron sus pluralidades. Ellos vendieron aquello que no necesitaban. La pluralidad es codicia, no es necesidad. Si queremos que la Iglesia avance bajo el ungimiento del poder del Espíritu Santo como avanzó la Iglesia del principio, tenemos que ser obedientes a la Palabra de Dios y superar, vencer nuestra codicia. El exceso de peso nos sobrecarga, y los cristianos no han de quedarse atascados por las cosas de este mundo.
Dios nunca le pidió a un hombre, en ningún lugar en la Biblia, que vendiera o se deshiciera de aquello que él necesitaba para su subsistencia. Ellos vendieron lo que no necesitaban, sus pluralidades, y el dinero lo trajeron a los apóstoles quienes lo distribuyeron de acuerdo a la necesidad de cada creyente en particular. Las necesidades de una persona pueden ser más que las de otra. Cada uno debe determinar dentro de sí mismo su necesidad, de acuerdo a la renovación de su propia mente una vez que ha renacido.
Puede que usted pregunte: "Bueno, ¿y a quién le confiamos las posesiones recogidas?" ¿A quiénes se las confió la Iglesia del principio? A los apóstoles. Si usted como cristiano no confía que la persona o el grupo o la organización usará apropiadamente su donación, debería darla en otra parte, a algo o a alguien en quien usted confíe que lo usará como se supone que debe ser usado. Los apóstoles distribuyeron los bienes.
Hechos 4:36,37:
Entonces José, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que traducido es, Hijo de consolación), levita, natural de Chipre,
como tenía una heredad [singular], la vendió y trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles.
Acabamos de leer que los primeros cristianos vendieron sólo sus pluralidades. Sin embargo, aquí hay un hombre que vendió su tierra, un bien único. ¿Por qué? Porque era un levita. De acuerdo con el Antiguo Testamento, un levita no podía ser dueño de ninguna propiedad.
Este José, cuyo sobrenombre era Bernabé, de Chipre, entendiendo y creyendo lo enseñado, fue convertido y hecho salvo. Por lo tanto vendió su única propiedad (que nunca debiera haber poseído) y trajo el dinero y lo depositó a los pies de los apóstoles.
Así tenemos en pocas palabras una idea de cómo la Iglesia del primer siglo operó y prosperó al punto de que muchos fueron ganados para el Señor Jesucristo y manifestaron su poder. Una y otra vez vemos estos principios:
1. Cada persona era responsable de testificar con denuedo acerca de la Palabra de Dios y luego respaldar a esos nuevos cristianos renacidos hasta que ellos pudiera andar y a su vez testificar por sí solos.
2. La Iglesia prosperó cuando pequeños grupos (iglesias, reuniones de comunión) se reunieron en los hogares y ministraron bajo la supervisión de coordinadores capaces.
3. Los apóstoles, los profetas, los evangelistas, los pastores y los maestros mantuvieron contacto continuo con cada grupo por medio de visitas y comunicaciones escritas.
4. Los cristianos contribuyeron al bienestar de la Iglesia y de sus miembros dando para las necesidades comunes, contribuyendo las pluralidades de sus bienes materiales.
Al leer Hechos y las Epístolas Paulinas, rápidamente nos damos cuenta del crecimiento numérico y de la prosperidad espiritual de la Iglesia del primer siglo. Obviamente, la Iglesia del siglo veinte no se le compara en su vitalidad. Por lo tanto, tenemos todo para ganar si seguimos el ejemplo de la Iglesia del principio. Dios no ha cambiado. Y como todavía tenemos Su poder, ciertamente podemos adaptar las técnicas de la Iglesia del principio. Somos nosotros quienes tenemos que aplicar estos principios y este poder y el denuedo de los apóstoles para hacer a la Iglesia del siglo veinte más fuerte y más vital de lo que ha sido jamás la Iglesia cristiana. Esta es nuestra oportunidad y nuestro desafío.
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