CAPÍTULO 3
CREER ES IGUAL A RECIBIR
En todo relato en la Palabra de Dios en que sucedió un milagro o en que Dios hizo una gran obra, estaban presentes los principios señalados en el capitulo anterior. Las personas involucradas sabían lo que estaba disponible, cómo recibir lo que necesitaban, y qué hacer con ello después de recibirlo, y ellos tenían sus necesidades y deseos coordinados sabiendo que la capacidad de Dios es igual a Su deseo de cumplir Sus promesas. Cuando se entienden estas claves, podemos leer en cualquier lugar desde Génesis hasta Apocalipsis y ver este patrón.
Como una ilustración comencemos en Marcos 3:1
Otra vez entró Jesús en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía seca una mano.
El hombre tenía una necesidad. La sinagoga era el lugar donde la gente adoraba, donde se les enseñaba, donde se debía reunir gente de Dios y obtener satisfacción a sus necesidades.
Versículo 2:
Y le acechaban (los fariseos a Jesús) para ver si en el día de reposo le sanaría, a fin de poder acusarle.
¿Por qué acechaban estos (así llamados) líderes religiosos a Jesús? Porque ellos querían acusarle si él hacía cualquier sanidad en el día indebido de la semana. Seguramente que estas personas estaban interesadas en el hombre de la mano seca ¿no? No. A ellos sólo les interesaba ver si Jesús actuaba en el lugar correcto, en el momento correcto, y con su bendición. Este hombre con la mano seca estaba en el lugar donde podría contar con hallar ayuda; pero ¿qué había recibido? Nada.
Versículo 3:
Entonces (Jesús) dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio.
En el momento que el hombre se levantó y se puso en medio sabía que estaba separándose de los espectadores y que recibiría la misma crítica que dirigían contra Jesús.
Versículo 4:
Y les dijo: ¿Es lícito en los días de reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla? Pero ellos (los líderes y los fariseos) callaban.
¿Saben ustedes porqué? Los líderes en la sinagoga no estaban interesados en ver si el hombre era liberado o no; a ellos sólo les interesaba una cosa-comprometer a Jesús.
Versículo 5:
Entonces, mirándolos alrededor con (¿compasión? no, no, lo que dice es) enojo…
A nosotros siempre se nos ha enseñado que si una persona es verdaderamente cristiana lo único que siempre hace es amar. ¿No piensa usted que Jesucristo amó? ¿No era él todo amor? Sin embargo Marcos 3 nos dice que él miró a esos líderes de la sinagoga con enojo. Jesús estaba realmente irritado. La idea de que los cristianos y los hombres de Dios tienen que ir dando palmadas en la espalda a todos en todo momento es un concepto distorsionado. Algunas veces los hombres de Dios tienen que ponerse firmes en contra de aquellos que obstruyen el poder de Dios. Jesús los miró con enojo.
Versículo 5:
Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre (de la mano seca): Extiende tu mano…
En el análisis de esta sección en Marcos 3:1-5, lo primero que vemos es lo que está disponible. El mandato declaraba lo que estaba disponible. El mandato era: “Extiende tu mano”. Eso parecía ser algo imposible porque la mano del hombre estaba seca; naturalmente que él no la podía extender. Sin embargo Jesús le dijo al hombre de la mano seca:
…Extiende tu mano. Y él (el hombre) la extendió…
El hombre de la mano seca que tenía esta tremenda necesidad, extendió su mano. Hizo lo imposible. ¿Cómo? Creyó. Creer es un verbo y un verbo muestra acción. El hombre creyó que lo que Jesús dijo era la voluntad de Dios; por lo tanto, él extendió su mano.
Una vez que usted tiene la promesa de Dios, el “cómo” del recibir es creer literalmente lo que esa promesa dice. Parecía imposible que el hombre extendiese su mano. Sin embargo este hombre, creyendo lo que la Palabra decía, o lo que le decía Dios por medio de Jesucristo, la extendió.
…y la mano fue restaurada sana.
Él no recibió su sanidad primero y luego extendió su mano; fue en el extender de la mano que le fue restaurada sana. Antes de recibir cualquier cosa uno debe actuar como si ya la tuviera y entonces recibe.
Siempre que leo este pasaje en Marcos 3, me acuerdo de los
tiempos en que yo predicaba los principios de la grandeza de la Palabra de Dios
en otros países del mundo. En una
ocasión en que yo estaba enseñando en Jabalpur, India, una señora que había
trabajado en un servicio misionero por treinta años fue liberada por el poder
de Dios de varias enfermedades que parecían incurables. Esta liberación causó
tal revuelo en la ciudad de Jabalpur a la mañana siguiente de que ocurrió el
milagro, que cuando mi familia y yo estuvimos listos para abordar el tren y
salir de Jabalpur, cientos de personas se reunieron en la estación del
ferrocarril. Esta muchedumbre, que estaba compuesta por hindúes principalmente,
quería que yo impusiera mis manos sobre cada uno de ellos porque pensaban que
yo debía tener algún poder especial en mis manos puesto que había impuesto mis
manos sobre la mujer en el día anterior. Ellos sentían que solamente con que yo
impusiera mis manos sobre ellos, ellos también serían liberados. Precisamente
antes de que el tren en que viajábamos saliera de la estación, un hindú de alta
casta, cuyo brazo paralizado colgaba flácido a su costado, corrió hasta nuestro
compartimento del ferrocarril y me dijo: “¿Puede usted orar por mi brazo?”Sin
embargo, él añadió inmediatamente: “Pero yo no creo en su Jesús”.
¿Qué hubiera hecho usted? L e pregunté si creía que Dios le
liberaría. Él dijo: “Yo creo que Dios me sanará si usted ora por mí, pero yo no
creo en su Jesús”. Entonces le pregunté otra vez: “¿Cree usted que Dios lo hará
libre?” Y dijo: “Yo creo que Dios me sanará, pero yo no creo en su Jesús”. Puse
mis manos sobre él y oré que Dios lo pusiera en libertad, en el nombre de
Jesucristo. Cuando terminé le dije: “Ahora levante su brazo”. Él comenzó a
levantarlo y de repente lanzó hacia arriba sus dos brazos. Él saltaba y gritaba
con lágrimas corriendo por su cara. Una vez que hubo levantado un poco su
brazo, se dio cuenta del milagro. Él fue liberado completamente. Para ese
entonces, el tren se empezó a mover y yo dije: “Alabado sea Dios; dele gracias a Dios que usted fue
sanado en el nombre de Jesucristo.”
En la siguiente
parada un hombre vino a nuestro compartimento en el tren y dijo que él
representaba a su amo, quién quería venir y conocer al hombre de Dios. Dijo que
su amo era fulano de tal, un miembro del Parlamento de Nueva Delhi, que también
viajaba en el tren. El miembro del Parlamento vino entonces a nuestro
compartimento para decirnos a mi señora y
a mí que lo que él había visto en
Jabalpur era el evento cristiano más tremendo que él hubiera presenciado-que un
hombre de Dios bendijera a toda la gente de Dios sin considerar si fuesen
cristianos o hindúes. Él nos ofreció las llaves de su ciudad y dijo que en
cualquier momento que quisiéramos ir a ministrar en India, las puertas de India
y del Lejano Oriente estarían abiertas
para que nosotros enseñásemos la precisión y la grandeza de la Palabra de Dios.
En Marcos 3,
así como en Jabalpur, ambas personas tenían la promesa de Dios; los dos hombres
creyeron, y cuando creyeron, actuaron; y cuando actuaron, su mano y su brazo les fueron restaurados sanos. Él cómo de recibir es creer. Cuando sus
necesidades y sus deseos estuvieron en balance, recibieron. Después de saber
qué está disponible, cómo recibir y qué hacer con ello, una persona entonces
cree y finalmente actúa de acuerdo con su creencia en una forma positiva.
Miren el
poder de creer según está definido en Efesios 1:19.
Y cuál la supereminente grandeza de su
poder para con nosotros los que (hacemos una cosa) creemos…
Efesios 3:20:
Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas
mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que
actúa en nosotros.
Él no sólo es
poderoso para hacer cosas abundantemente,
sino mucho más abundantemente. Crea
y entonces reciba.
La ley de
creer es la ley más grande en la Palabra de Dios. Es más, no sólo es ley más
grande en la Palabra, es la ley más grande en todo el mundo. El creer da
resultado tanto a santos como a pecadores. Esta gran ley de creer se expone
en Marcos 11.
Marcos
11:12,13:
Al día siguiente (ésta es la última semana de la vida de
Jesucristo en la tierra), cuando
salieron (Jesús y sus doce apóstoles)
de Betania, tuvo hambre.
Y viendo de lejos una higuera que
tenía hojas, fue a ver si tal vez hallaba en ella algo; pero cuando llegó a
ella, nada halló sino hojas, pues no era tiempo de higos.
Jesús fue a
la higuera esperando encontrar algo en ella, pero “…no era tiempo de higos”.
¿Quiere usted decirme que Jesús era un ignorante? ¿Iría yo a un árbol de manzanas sino fuera tiempo de
manzanas? ¿Piensa usted que Jesús iría a una higuera sabiendo que no es la
época correcta? ¿Cuál es la situación?.
Hay dos
árboles en la Biblia que son designados
como árboles del pueblo: la palma de cocos y la higuera. Nunca era un robo
tomar de los frutos de cualquiera de estos árboles sin importar de quién fuera
la tierra en que el árbol estaba plantado. Si yo tuviera una higuera en mi
patio delantero, usted podría venir y servirse del fruto del árbol en cualquier
momento porque es un árbol del pueblo. En el pasaje de Marcos 11, Jesús venía
de Betania a Jerusalén y tuvo hambre. Eso no quiere decir que se estaba
muriendo de hambre. Tuvo hambre así cómo a nosotros nos da por un bocadillo.
Quería algo de picar, un bocadillo, así que vio la higuera y se dirigió hacía
ella esperando encontrar algo. No era todavía el tiempo de los higos y Jesús lo
sabía. Sin embargo al salir las hojas en esta especie de higuera, hay unos
pequeños brotes que son tan dulces como caramelo. No era tiempo para los higos
maduros; pero si el árbol no tenía brotes, Jesús sabía que tampoco tendría
higos más tarde. Ahora miren cómo se desarrolla la historia.
“Entonces Jesús dijo a la higuera”-Jesús le hablaba a la higuera. ¿Se
imaginan a los vecinos mirando a Jesús? ¿Se imaginan a los apóstoles rascándose
la cabeza y preguntándose qué hacía Jesús hablándole a esa higuera? Observemos
el pasaje.
Versículo 14:
Entonces Jesús dijo a la higuera (si usted quiere recibir el poder de
Dios tiene que ser específico. Él no dio rodeos; él le habló al árbol.): Nunca jamás coma nadie fruto de ti. Y lo
oyeron sus discípulos.
Jesús y los
apóstoles regresaron a Betania ese mismo día.
Versículo 20:
Y pasando por la mañana (al día siguiente), vieron que la higuera se había secado desde
las raíces.
Generalmente
la muerte de un árbol se nota primero en las hojas más altas, luego en las
ramas más abajo, y finalmente en las raíces. Pero este árbol murió al revés, y
de la noche a la mañana.
Marcos
11:21,22:
Entonces Pedro, acordándose, le dijo: Maestro,
mira, la higuera que maldijiste se ha secado.
Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe
en Dios.
El texto
“original” leía: “…Tened la fe de Dios”. Observe el versículo 23
cuidadosamente.
Porque de cierto os digo que
cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en
su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.
Esta es la
gran ley en la Palabra de Dios.”…cualquiera…”No dice cristiano o no cristiano; cualquiera quiere decir cualquiera. “Cualquiera que dijere a
este monte: Quítate y échate al mar, y no dudare…sino creyere que será hecho lo
que dice, lo que diga le será hecho”. En otras palabras, dígalo, créalo y le
será hecho.
Luego Jesús
reiteró esta verdad en el versículo 24.
Marcos 11:24:
Por tanto, os digo que todo lo que
pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.
La ley de
creer es la ley más grande en la Palabra de Dios: cualquiera que lo diga,
cualquiera que lo crea, actuará y recibirá.
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