Tercera
Parte (Cap. 6 al 10)
INTEGRIDAD FISICA Y ESPIRTUAL
La Biblia nos dice claramente que, como cristianos, Dios ha provisto
ricamente para nosotros. Ya que Dios nos ha dado Su abundancia, con toda
honradez debemos aceptar “El consejo del Señor”. Sólo El es sabio, no engañado
y digno de seguir.
“Dios nos rescató” y nos separó de los incrédulos aun cuando ni siquiera
sabíamos que necesitábamos ser rescatados. Dios, al creer nosotros en Su Hijo,
nos arrebató de la influencia de Satanás y nos dio ciudadanía en Su Reino.
“Usted es justo ahora” nos asegura que Dios por medio de Jesucristo nos
ha hecho aceptables ante Sus ojos. Nuestra
dignidad espiritual está establecida sin duda alguna.
“El Cuerpo partido y la sangre derramada” es una maravillosa verdad
sobre el significado de la observancia de la comunión. El cáliz y el pan de la comunión no sólo
significan armonía espiritual con Dios, sino indica también integridad física.
Esta verdad es tan poderosa y de tanta ayuda, y sin embargo es casi desconocida
y no se practica.
“Completos en él” es una vista panorámica de nuestro estar completos en
toda forma en Cristo. Dios por medio de Su Hijo Jesucristo ha provisto
completamente todas nuestras necesidades. El nos ha equipado con su plenitud.
Capitulo seis
El consejo
del Señor
A través de toda la Palabra de Dios, Dios promete Su bendición a
aquellos que se adhieren a Su consejo. Aunque
la naturaleza del hombre es tratar de dirigir sus propios pasos sin el
consejo de Dios, el hombre no puede hacerlo exitosamente. Muchas escrituras
exponen esta verdad.
Jeremías 10:23
Conozco, oh Jehová, que el hombre
no es señor de su camino
Ni del hombre que camina es el
ordenar sus pasos.
Proverbios 16:9
El corazón del hombre piensa su
camino;
Mas Jehová endereza sus pasos.
Proverbios 19:21
Muchos pensamientos hay en el
corazón del hombre;
Mas el consejo de Jehová
permanecerá.
Un hombre piensa muchas cosas en su corazón, y sin embargo los planes
del corazón de un hombre no pueden dirigir una vida exitosa. Es solamente el
Señor, Jehová, quien verdaderamente puede guiar los pasos de un hombre, y es
solamente el consejo del Señor, la Palabra de Dios, que permanecerá.
Estos hombres de Dios de tiempos pasados, como Jeremías y Salomón, ¡cómo
penetraron hasta el centro mismo del corazón del hombre natural! Queremos
dirigir nuestras propias vidas, pero sin embargo nuestra voluntad tiene que
estar sujeta a la voluntad de Dios si hemos de ser agradables a Dios. El hombre
natural y hasta el cristiano no practicante son provocados a indignación al
aprender esta verdad, pues es muy humillante.
Es lo último que la mente natural desea, pues cada hombre está en lo
cierto a sus propios ojos y cada hombre piensa que tiene el mejor plan para su
propia vida. Pero la Palabra de verdad
dice que los cristianos necesitan humillarse a sí mismos ante el Señor Todopoderoso
y aceptar Su consejo. La vieja naturaleza, aun en un hijo de Dios, no es
vencida fácilmente. Solo el Señor nos puede traer a enfrentarnos a la realidad
de saber: “Estoy perdido, sálvame. Estoy vacío, lléname. Soy ignorante,
enséñame. Estoy perplejo, aconséjame. Soy débil, dame fuerzas. Estoy engañado, líbrame”.
La gran obra de Dios es dirigir el corazón, el ser interior. La obra del
hombre en contraste, comienza donde Dios termina—el exterior del hombre, el ser
exterior. El hombre siempre comienza en el exterior esperando obrar hacia el
corazón; él friega, pule y decora, tratando de reformar su usanza. El hombre
limpia el exterior del jarro mientras que la suciedad permanece en el interior.
Este es el camino de la religión al cual frecuentemente se le llama
“cristianismo”. Pero esto verdaderamente
no es el cristianismo pues el cristianismo no es lo que el hombre hace; el
cristianismo es lo que Dios ha hecho por medio de Cristo.
El objeto de la religión siempre será dirigir la carne por medio de
reglas y reglamentos y de esa forma tratar de hacer de hacer que la carne
produzca fruto espiritual. Pero todos
los esfuerzos del hombre son en vano porque es el corazón del hombre que tiene
la culpa.
Mateo 11: 15, 19,20
No lo que entra en la boca
contamina al hombre;
mas lo que sale de la boca, esto contamina
al hombre.
Porque del corazón salen los
malos pensamientos,
los homicidios, los adulterios,
las fornicaciones,
los hurtos, los falsos
testimonios, las blasfemias.
Estas cosas son las que
contaminan al hombre;
pero el comer con las manos sin
lavar no contamina
al hombre.
al hombre.
La religión está hecha de ordenanzas para la carne tales como “no
manejes, ni gustes, ni aun toques” las cuales no son ni más ni menos que
“…mandamientos y doctrinas de hombres”, según dicen Colosenses 2:21 y 22. ¡Cuán
verdaderamente opuesta es la acción del Espíritu Santo! Todas las formas de
piedad o santidad del hombre son simplemente los mandamientos y doctrinas de
hombres que comienzan con la carne y continúan en corrupción de la carne
terminando en muerte. Pero cuando la sabiduría de Cristo rige nuestro andar y
el espíritu con el cual estamos llenos nos da energía, experimentamos una vida
nueva.
La Palabra de Dios dirige al cristiano de mente renovada a seguir tras
la obra de Cristo--una obra comenzada en gracia, la cual continúa en gracia en
esta vida y termina con el regreso de Cristo en su gloria. Manifestaremos el
poder proveniente del Espíritu Santo dependiendo de cuánto renovemos nuestra mente
según la Palabra de Dios. O, en otras palabras, hemos de “vestirnos con la
mente de Cristo”, pensar sus pensamientos, andar una vida perfecta y poderosa.
Pero si andamos según las tendencias naturales del hombre en vez de según la
mente de Cristo, continuamente tornaremos nuestros pensamientos hacia el hombre
y dirigiremos nuestra atención hacia las aspiraciones y los logros del hombre. El
propósito de la obra del hombre natural es glorificar al hombre; sólo la obra
del espíritu glorifica a Dios y capacita al hombre para hacer la obra de Dios.
La única prueba verdadera que debemos aplicar a nuestras vidas es
determinar si nuestro andar glorifica a Dios. Esta prueba nos dice si nuestro
andar está bajo la dirección del Señor o si estamos actuando simplemente por
nuestros sentidos egocéntricos, apartados del Espíritu de Dios por otro espíritu.
La iglesia en Corinto fue específicamente puesta en guardia contra “otro espíritu”.
2 Corintios 11:4 nos dice enfáticamente que hay otro espíritu que está
trabajando para dirigir erróneamente y engañar. Este espíritu proveniente de
Satanás trataría de controlarnos y engañarnos hoy día, así como 2 Corintios
11:3 dice: “…como la serpiente con
astucia engaño a Eva”.
Cuando estamos bajo la influencia de “otro espíritu”, podemos parecer
muy “religiosos” mientras que estamos totalmente fuera de armonía con Dios. Un
espíritu es el de Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, y el otro espíritu
es del dios de este mundo que es el Diablo. Debemos estar seguros que Dios el
Señor está dirigiendo nuestros corazones para que hagamos la misma confesión
que el salmista.
Salmos 73:22-25
Tan torpe era yo, que no
entendía;
Era como una bestia delante de
ti.
Con todo, yo siempre estuve
contigo;
Me tomaste de la mano derecha.
Me has guiado según tu consejo,
Y después me recibirás en gloria.
¿A quién tengo yo en los cielos
sino a ti?
Y fuera de ti nada deseo en la
tierra.
Nosotros como individuos debemos humildemente buscar y aceptar el
consejo de Dios. Dios bendice a aquellos
que siguen Su voluntad. Hasta la gente que rodea a los seguidores de Dios son
bendecidos. Acuérdese de cómo Dios el Señor hubiera perdonado un lugar aun tan
malvado como Sodoma si solamente se hubieran hallado diez habitantes justos y
temerosos de Dios en esa enorme ciudad. No seamos engañados para seguir tras
los artificios del hombre, los cuales suenan convincentes pero no rinden
frutos. Debemos vivir la doctrina
asentada en la Palabra de Dios, pues es el consejo del Señor, y es lo único que
permanecerá.